10 dic 2009

LA MORSA VARADA

¡Qué tarea tan dificultosa! No es recomendable mediante una búsqueda dirigida, o camuflada tras extraños y complejos aparatos que reproduzcan a la perfección sus lamentos. La única morsa capaz de sobrevivir (y de ser encontrada) en los duros ecosistemas urbanos adopta una postura antropomórfica, cubierta de gruesa grasa, abundante caspa, y una dosis inexacta de humor azul. En sus ya varios años al frente del establecimiento que regenta, olvidó en parte su lenguaje natal marino y ha desarrollado una mezcla de sonidos guturales que logran no sin dificultad interpretar sus clientes, que no todos. En cuanto a las leyendas y estudios que circulan sobre la adaptación de este oceánico animal a un entorno tan pedestre como el nuestro, humano al fin y al cabo, destaca aquella que le sitúa hace no tantos años en un pesquero de altura gallego. Experiencia suficientemente corroborada. Tras sufrir un grave accidente laboral, al clavar sus colmillos en el palo de mesana y estar a punto de morir desangrado, la administración concedió un local a su mujer, con la condición de instalar el primer kiosko (con dos kas) en nuestro barrio.

Aquesta especie no aparece en manuales consultables en suelo firme. Las profundidades de los mares esconden bibliotecas custodiadas por ejércitos de peces abisales, que protegen la historia escrita en escamas, con tinta de esos calamares gigantes que cada cierto tiempo aparecen por la tele. Algún día tendremos branquias, agallas y el carnet de ese almacén de información acuática; podremos entrar, consultar y contar mucho más. Mientras, sólo queda observar su comportamiento y (mal)trato a los clientes, a la espera de nuevos lamentos.
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(Ilustración Pablo Pino)

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