21 dic 2012

Mike Thunder

Le dejamos ir. Podría haber sido peor si en verdad se hubiese visto envuelto en tales desempeños. Decidimos hacer con él lo contrario a lo que nos veníamos acostumbrando, quizá probarle, tan despacio, nos hubiese permitido deleitaros con algo. Hemos preferido dejarlo marchar. Pensamos que lo mejor sería delirar en privado con qué le hubiese sucedido, sin borrones y al gusto estrecho, por donde no enhebran más hilos. Sabíamos qué odiaba y eso parecía suficiente, pero por momentos escapaba mezclándose en nosotros y dejaba de interesarnos tanto. Se volvía mezquino y aburrido, parecía una mala copia y eso solo a veces porque otras le vimos tan lejano que la duda fue quien habría tenido tan mala idea. Por eso lo dejamos de lado, le hicimos el vacío y nos olvidamos. Nos quedamos sólo con algunas pullas iniciales con las que nos reíamos. Como destaparle y dejarlo desnudo un rato ante un convento, por aquello del escándalo y las transgresiones. O gritar incansables y borrachos su nombre, ridículo. Le ensillamos a lomos de peculiares animales que acaso hemos visto en zoos, resultaba de lo más desternillante imaginarlo a lomos de morsas, ciervos o perrillos de las praderas. Nos cansamos. Todo fue tan rápido que apenas le queremos ya, lo gastamos de mirarlo como un juguete nuevo. Él por su parte se cansó de esperarnos, de vivir creyendo ser algún día como la estrella de un concurso. Le hubiese dado igual ganar a la ruleta de la fortuna rusa o una lancha en el precio justo, ser figurante en algún anuncio de mantequilla y compresas o matar a alguien. Y la culpa fue nuestra, que le dejamos creer todo eso, en la fama y sus posibilidades, que nosotros le daríamos vida, como una especie de dioses, para ser algo más que sólo un poquito. Reconozco que nos pasamos, que se nos fue de las manos la sensación de poder inventar algo, al estilo Frankenstein cutre y no habernos atrevido, mirar hacia otro lado y negarle el saludo. Él ahora se debate en otras mientes por hacerse un hueco y mostrarnos equivocados, pues seguimos renegando que sea buena idea continuar con su ensamblaje. Pero damos por hecho que quizá, a lo mejor un día, tenemos que disculparnos y reconocerle que no estuvimos a su altura, que la culpa fue nuestra por no dar la talla y que le deseamos en verdad lo mejor. -