16 nov 2010

KATA TON DAIMONA EAYTOY

Caminando estúpido él
hombre o desecho
silbaba La Marsellesa
como quien silba una canción.

Pues todo empezó a ser
como en un Goya subastado ayer
y se dijo:
Vino a mí la sensación —no olvidada jamás— de que todo era extrañeza y nada o muy poco sensatez del mundo. No me explico bien, claro, pues está comprobado científicamente que lo que peor se explica mejor se entiende. Ahora bien, no hay que decir algo que parezca obvio, pues nadie lo entenderá. Aprehender no es ni mucho menos lo que dice el diccionario.

Luego pensó en otras cosas
de algo sirven los paseos,
pensó:
En los estúpidos teléfonos y en la verticalidad, por ejemplo. También en los números que nos cuentan y en las explosiones que nos despiertan. Luego en los inmensos colores y en un coro desafinado en una vereda.

y a sus espaldas, en un bar donde paró,
oyó cómo alguien le llamaba innombrable.
No hizo mucho caso
porque en otra mesa dos,
y uno a otro:
Oigo cantos de sirena cuando intento dormir. Como lo oyes. Todas las noches, aunque la ventana esté cerrada (en verano es aún peor) viene desde la calle melodías agudas que se meten en mi cabeza. No sé lo que quieren decirme. Así que ayer bajé y estuve persiguiendo la música toda la noche. Recorrí calles hasta que salí de la ciudad y llegué a un claro en medio de la nada. Ahí estaba. Un grupo de sirenas tumbadas en una roca haciendo topless para tomar la luna. Cuando me vieron dejaron de cantar. Me miraron fijamente y se desaparecieron nadando.

Después entró en un parque y descubrió el otoño:







Y entonces todo cobró sentido. Pensó:
(ver título)
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