18 feb 2010

EL CHAFLAN DE NICO O DEL SABER SIN NOMBRES

Hemos de reconocer —eso sí, pasados ya unos años— que uno de los inductores de la obra enciclopédica de la que ahora disfruta, señor Lector, no la manche, fue un hombre de los que quedan pocos. Realmente solo él.

En principio, la justificamos como inquietud propia de jóvenes con ganas de explicar una serie de mundos en los que cada día se veían envueltos. Pero hoy intuimos que uno de aquellos, el Chaflán de Nico, uno de los primeros espacios comunes, sembró en nosotros la necesidad de apuntar aquello a lo que volvíamos la vista. Y seguro uno de los primeros giros de cabeza por sorpresa fue allí, mientras nos despachaban pan, leche o gueso.

Nico era un hombre discreto, con una vocecita de esas que no hacen justicia a la cara, amplias cejas puntiagudas que se juntaban con el pelo en la frente y una piel maltratada por el sol y las huellas de eternas sonrisas. Sus ojos marrones, agradecidos con los buenos modos, descubrían en él un poso de sapiencia. Humilde, sin alardes, el único elemento que podía evidenciar su estatus y que a la vez le daba un aire desapercibido, era el batín de color blanco-azulado que nunca se quitaba, ni siquiera al volver a casa. Podría pasar por médico, y también como celador, o quizá como asistente de laboratorio. Por la calle se permitía el lujo de provocar incertidumbre a quien se cruzaba. Solo su nombre, escrito a rotulador en la solapa izquierda daba verdadera información sobre él.

Pero dentro del chaflán era otra cosa, ese era su libro, escrito con denuedo durante años y abierto para todo aquel que deseara un poco de conocimiento gratuito, algo en desuso hoy día. Las lecciones no las impartía él, era un catedrático con un método distinto a los que conocemos, nada de clases magistrales, ni pruebas ni exposiciones, todo se limitaba a ti. Además las clases no duraban más que un par de minutos, el tiempo justo para que la fila de gente que esperaba avanzase. Por ello había que tener los ojos muy abiertos, mientras despachaba, con lentitud organizada, podías contemplar los numerosos ensayos (acertijos para un novato) que daban forma a su obra: eran pequeños cartelitos de no más de cuatro o cinco palabras que contenían la esencia de su saber. Dimensiones: 3x5 centímetros = 15 centímetros cuadrados de despropósitos gramaticales; fonética parda.

También, desde fuera, podías buscar a través del cristal sus mensajes. Eso si no te lo impedían los reflejos del sol, pero aquí solo se paraban los que ya llevaban unos años, pues era más difícil identificar los significados de los productos expuestos, había que ser un viejo seguidor.

La metodología de Nico era sencilla, como hemos visto, pero el contenido de sus escritos, cercanos al diccionario, era harto complicado. Debíais ser tú y los tuyos (importante porque solo no habrías conseguido nada) los que desentrañaseis los significados. A veces pasabais semanas, por ejemplo, para entender como se diferenciaban los mecotones en anibal de los melocotos a secas, o saber de qué son las rosguillas be almenara, los pimintos bel piguillo o el gueso be bra o el azul.

Estos ítems no presentaban la mayor dificultad, y en principio creímos en algún tipo de dislexia o de afasia (no sé, la psicología es muy complicada) para explicar su comportamiento. Pero poco a poco entendimos que lo que Nico hacia no lo habíamos visto antes, era algo intencionado, a medida que estudiábamos con él veíamos ampliado el género a interpretar. Y cómo a veces se corregía vulgarmente para no destapar demasiado la liebre. Ese fue el momento en que nos dimos cuenta de la importancia de su obra, empezamos a descubrir la caja be trapa, las diferentes especies, los pestinos y un largo listado de objetos, seres y acontecimientos imprescindibles en la experiencia vital de cada quien, como los roseguone o las hogañas.
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4 comentarios:

  1. Al hilo de este memorable relato, me gustaría conocer un poco más de la ya mítica lista de productos...

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  2. Bien, sé de buena tinta que Jerónimo la está preparando. Ya lleva más de siete metros de papel continuo.

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  3. Para no llevarnos a engaño os dire, queridos amigos, que la ansiada lista se perdio en alguno de los multiples trajines de mi vida. Ahora queda por hacer un trabajo de reconstruccion en el que reclamo a vuesas memorias. Javitrencito quiza pueda, con la ayuda de pinano, recordar el grueso de terminos, pero aun asi espero la colaboracion de todos.

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  4. Como anticipé, los grandes estudiosos de la obra de Nico han respondido la llamada, aqui reproduzco de manera fiel algunas frases;

    ...A bote pronto agüelo, se me antoja que en una obra tan puntillosamente elaborada no puede faltar el mediterráneo fruto por excelencia, la acetuna ni su cardiosaludable destilado, el acete, ni las sabrosas raguetas que tantas meriendas han salvado y que no están hechas de hojalbre...ya les diré, si se me vienen a las mientes otras perlas más
    ...Ah! El cuigui coño!, que es laxante y tiene mucha vitamina C, ahora que llueve tanto...

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